Oficio de Lectura - MIÉRCOLES XXXIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 2024

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de ayer, miércoles, 20 de noviembre de 2024.

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Adoremos al Señor, creador nuestro.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Con entrega, Señor, a ti venimos,
escuchar tu palabra deseamos;
que el Espíritu ponga en nuestros labios
la alabanza al Padre de los cielos.
Se convierta en nosotros la palabra
en la luz que a los hombres ilumina,
en la fuente que salta hasta la vida,
en el pan que repara nuestras fuerzas;
en el himno de amor y de alabanza
que se canta en el cielo eternamente,
y en la carne de Cristo se hizo canto
de la tierra y del cielo juntamente.
Gloria a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo,
el Señor Jesucristo, nuestro hermano,
y al Espíritu Santo, que, en nosotros,
glorifica tu nombre por los siglos. Amén.

Salmodia

Antífona 1: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza. (T. P. Aleluya.) †

Salmo 17, 2-30

ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA

En aquella hora ocurrió un violento terremoto (Ap 11, 13).

I

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
† Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos.

Antífona 2: El Señor me libró porque me amaba. (T. P. Aleluya).

II

Entonces tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos de los montes,
sacudidos por su cólera;
de su nariz se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz.
y lanzaba carbones ardiendo.
Inclinó el cielo y bajó
con nubarrones debajo de sus pies;
volaba a caballo de un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento,
envuelto en un manto de oscuridad;
como un toldo, lo rodeaban
oscuro aguacero y nubes espesas;
al fulgor de su presencia, las nubes
se deshicieron en granizo y centellas;
y el Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz:
disparando sus saetas, los dispersaba,
y sus continuos relámpagos los enloquecían.
El fondo del mar apareció,
y se vieron los cimientos del orbe,
cuando tú, Señor, lanzaste un bramido,
con tu nariz resoplando de cólera.
Desde el cielo alargó la mano y me agarró,
me sacó de las aguas caudalosas,
me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.

Antífona 3: Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas. (T. P. Aleluya).

III

El Señor retribuyó mi justicia,
retribuyó la pureza de mis manos,
porque seguí los caminos del Señor
y no me rebelé contra mi Dios;
porque tuve presentes sus mandamientos
y no me aparté de sus preceptos;
le fui enteramente fiel,
guardándome de toda culpa;
el Señor retribuyó mi justicia,
la pureza de mis manos en su presencia.
Con el fiel, tú eres fiel;
con el íntegro, tú eres íntegro;
con el sincero, tú eres sincero;
con el astuto, tú eres sagaz.
Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.
Señor, tú eres mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti, me meto en la refriega,
fiado en mi Dios, asalto la muralla.

Lecturas

Primera Lectura

Del primer libro de los Macabeos 9, 1-22

MUERTE DE JUDAS MACABEO

Cuando supo Demetrio que Nicanor y su ejército habían sucumbido en la guerra, envió
a la tierra de Judá, en una nueva expedición, a Báquides y Alcimo con el ala derecha de su
ejército. Tomaron el camino de Galilea y pusieron cerco a Mesalot en el territorio de
Arbelas; se apoderaron de ella y mataron mucha gente.
El primer mes del año ciento cincuenta y dos acamparon frente a Jerusalén, de donde
partieron con veinte mil hombres y dos mil jinetes en dirección a Beerzet. Judas tenía
puesto su campamento en Elasá y estaban con él tres mil hombres escogidos. Pero al ver
la gran muchedumbre de los enemigos, les entró mucho miedo y muchos escaparon del
campamento; no quedaron más que ochocientos hombres. Judas vio que su ejército
estaba desbandado y que la batalla lo apremiaba, y se le quebrantó el ánimo, pues no
había tiempo de volverlos a juntar. Aunque desfallecido, dijo a los que le habían quedado:
«Levantémonos y subamos contra nuestros enemigos por si podemos hacerles frente.»
Trataban de disuadirlo diciéndole:
«No podemos de momento sino salvar nuestras vida y volver luego con nuestros
hermanos para combatir contra ellos, que ahora somos pocos.»
Judas les replicó:
«¡Eso nunca, obrar así y huir ante ellos! Si nuestra hora ha llegado, muramos con valor
por nuestros hermanos y no manchemos nuestra gloria.»

Salió la tropa del campamento y se ordenó para irles al encuentro: la caballería dividida
en dos escuadrones, arqueros y honderos en avanzadilla, y los más aguerridos en primera
línea; Báquides ocupaba el ala derecha. La falange se acercó por los dos lados y tocaron
las trompetas. Los que estaban con Judas tocaron también las suyas, y la tierra se
estremeció con el estruendo de los ejércitos. Se trabó el combate y se mantuvo desde el
amanecer hasta la caída de la tarde.
Vio Judas que Báquides y sus mejores tropas se encontraban en la parte derecha; se
unieron a él los más esforzados y derrotaron el ala derecha y la persiguieron hasta los
montes de Azara. Pero el ala izquierda, al ver derrotada al ala derecha, se volvió sobre los
pasos de Judas y los suyos, por detrás. La lucha se encarnizó y cayeron muchos de uno y
otro bando. Judas también cayó y los demás huyeron.
Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y le dieron sepultura en el sepulcro de
sus padres en Modín. Todo Israel lo lloró, hizo gran duelo por él y muchos días estuvieron
repitiendo esta lamentación:
«¡Cómo ha caído el héroe, el salvador de Israel!»
Las demás empresas de Judas, sus guerras y proezas que realizó, las ocasiones en que
alcanzó gloria, fueron demasiado numerosas para ser escritas.

Responsorio Cf. 1 Mac 4, 8. 9. 10. 9

R. No temáis el ímpetu de los enemigos; recordad cómo fueron salvados nuestros padres.
* Clamemos ahora al cielo y nuestro Dios se compadecerá de nosotros.
V. Recordad las proezas que llevó a cabo contra el Faraón y su ejército en el mar Rojo.
R. Clamemos ahora al cielo y nuestro Dios se compadecerá de nosotros.

Segunda Lectura

De los sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 21,1-4: CCL 41, 276-278)

EL CORAZÓN DEL JUSTO SE GOZARÁ EN EL SEÑOR

El justo se alegra con el Señor, espera en él, y se felicitan los rectos de corazón. Esto es
lo que hemos cantado con la boca y el corazón. Tales son las palabras que dirige a Dios la
mente y la lengua del cristiano: El justo se alegra, no con el mundo, sino con el Señor.
Amanece la luz para el justo -dice otro salmo-, y la alegría para los rectos de corazón. Te
preguntarás el por qué de esta alegría. En un salmo oyes: El justo se alegra con el Señor,
y en otro: Sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.
¿Qué se nos quiere inculcar? ¿Qué se nos da? ¿Qué se nos manda? ¿Qué se nos
otorga? Que nos alegremos con el Señor. ¿Quién puede alegrarse con algo que no ve? ¿O
es que acaso vemos al Señor? Esto es aún sólo una promesa. Porque, mientras sea el
cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo,
guiados por la fe. Guiados por la fe, no por la clara visión. ¿Cuándo llegaremos a la clara
visión? Cuando se cumpla lo que dice Juan: Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no
se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos
semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no
tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con
todo, también ahora, antes de que esta posesión llegue a nosotros, antes de que nosotros
lleguemos a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la
alegría de la esperanza, que ha de convertirse luego en posesión.
Ahora amamos en esperanza. Por esto, dice el salmo que el justo se alegra con el
Señor. Y añade, en seguida, porque no posee aún la clara visión: y espera en él.

Sin embargo, poseemos ya desde ahora las primicias del Espíritu, que son como un
acercamiento a aquel a quien amamos, como una previa gustación, aunque tenue, de lo
que más tarde hemos de comer y beber ávidamente.
¿Cuál es la explicación de que nos alegremos con el Señor, si él está lejos? Pero enrealidad no está lejos. Tú eres el que hace que esté lejos. Ámalo, y se te acercará; ámalo,
y habitará en ti. El Señor está cerca. Nada os preocupe. ¿Quieres saber en qué medida
está en ti, si lo amas? Dios es amor.
Me dirás: "¿Qué es el amor?" El amor es el hecho mismo de amar. Ahora bien, ¿qué es
lo que amamos? El bien inefable, el bien benéfico, el bien creador de todo bien. Sea él tu
delicia, ya que de él has recibido todo lo que te deleita. Al decir esto, excluyo el pecado,
ya que el pecado es lo único que no has recibido de él. Fuera del pecado, todo lo demás
que tienes lo has recibido de él.

Responsorio

R. Antes de que veas lo que ahora no te es posible ver, acepta por la fe lo que aún no ves.
* Camina guiado por la fe, para que llegues a la clara visión.
V. No gozará en la patria la felicidad producida por la visión plena quien no haya recibido
en el camino la ayuda de la fe.
R. Camina guiado por la fe, para que llegues a la clara visión.

Oración

Oremos:

Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte
a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo
, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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