Oficio de Lectura - VIERNES IV SEMANA DE PASCUA 2024

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de ayer, viernes, 26 de abril de 2024. Otras celebraciones del día: SAN ISIDORO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1
  • Himno 2

¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya!
Muerte y Vida lucharon,
y la muerte fue vencida.
¡Aleluya, aleluya!
Es el grano que muere
para el triunfo de la espiga.
¡Aleluya, aleluya!
Cristo es nuestra esperanza
nuestra paz y nuestra vida.
¡Aleluya, aleluya!
Vivamos vida nueva,
el bautismo es nuestra Pascua.
¡Aleluya, aleluya!
¡Cristo ha resucitado!
¡Resucitemos con él!
¡Aleluya, aleluya! Amén.

La bella flor que en el suelo
plantada se vio marchita
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
De tierra estuvo cubierto,
pero no fructificó
del todo, hasta que quedó
en un árbol seco injerto.
Y, aunque a los ojos del suelo
se puso después marchita,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Toda es de flores la fiesta,
flores de finos olores,
más no se irá todo en flores,
porque flor de fruto es ésta.
Y, mientras su Iglesia grita
mendigando algún consuelo,
ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.
Que nadie se sienta muerto
cuando resucita Dios,
que, si el barco llega al puerto,
llegamos junto con vos.
Hoy la cristiandad se quita
sus vestiduras de duelo.
Ya torna, ya resucita,
ya su olor inunda el cielo.

Salmodia

Antífona 1: Nuestros padres nos contaron el poder del Señor y las maravillas que realizó. (T. P. Aleluya).

Salmo 77, 1-39

BONDAD DE DIOS E INFIDELIDAD DEL PUEBLO A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Estas cosas sucedieron en figura para nosotros (1 Cor 10, 6).

I

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza,
inclina el oído a las palabras de mi boca:
que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado.
Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
no lo ocultaremos a sus hijos,
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder,
las maravillas que realizó;
porque él estableció una norma para Jacob,
dio una ley a Israel.
Él mandó a nuestros padres
que lo enseñaran a sus hijos,
para que lo supiera la generación siguiente;
los hijos que nacieran después.
Que surjan y lo cuenten a sus hijos,
para que pongan en Dios su confianza
y no olviden las acciones de Dios,
sino que guarden sus mandamientos;
para que no imiten a sus padres,
generación rebelde y pertinaz;
generación de corazón inconstante,
de espíritu infiel a Dios.
Los arqueros de la tribu de Efraín
volvieron la espalda en la batalla;
no guardaron la alianza de Dios,
se negaron a seguir su ley,
echando en olvido sus acciones,
las maravillas que les había mostrado,
cuando hizo portentos a vista de sus padres,
en el país de Egipto, en el campo de Soán:
hendió el mar para darles paso,
sujetando las aguas como muros;
los guiaba de día con una nube,
de noche con el resplandor del fuego;
hendió la roca en el desierto,
y les dio a beber raudales de agua;
sacó arroyos de la peña,
hizo correr las aguas como ríos.

Antífona 2: Los hijos comieron el maná y bebieron de la roca espiritual que los seguía. (T. P. Aleluya).

II

Pero ellos volvieron a pecar contra él,
y en el desierto se rebelaron contra el Altísimo:
tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo una comida a su gusto;
hablaron contra Dios: "¿podrá Dios
preparar una mesa en el desierto?
Él hirió la roca, brotó agua
y desbordaron los torrentes;
pero ¿podrá también darnos pan,
proveer de carne a su pueblo?"
Lo oyó el Señor, y se indignó;
un fuego se encendió contra Jacob,
hervía su cólera contra Israel,
porque no tenían fe en Dios
ni confiaban en su auxilio.
Pero dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos maná,
les dio un trigo celeste;
y el hombre comió pan de ángeles,
les mandó provisiones hasta la hartura.
Hizo soplar desde el cielo el levante,
y dirigió con su fuerza el viento sur;
hizo llover carne como una polvareda,
y volátiles como arena del mar;
los hizo caer en mitad del campamento,
alrededor de sus tiendas.
Ellos comieron y se hartaron,
así satisfizo su avidez;
pero, con la avidez recién saciada,
con la comida aún en la boca,
la ira de Dios hirvió contra ellos:
mató a los más robustos,
doblegó a la flor de Israel.

Antífona 3: Se acordaron de que Dios era su roca y su redentor. (T. P. Aleluya).

III

Y, con todo, volvieron a pecar,
y no dieron fe a sus milagros:
entonces consumió sus días en un soplo,
sus años en un momento;
y, cuando los hacía morir, lo buscaban,
y madrugaban para volverse hacia Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios Altísimo su redentor.
Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con él,
ni eran fieles a su alianza.
Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor;
acordándose de que eran de carne,
un aliento fugaz que no torna.

Versículo

V. En tu resurrección, oh Cristo. Aleluya.
R. El cielo y la tierra se alegran. Aleluya.

Lecturas

Primera Lectura

De los Hechos de los apóstoles 15, 5-35

CONTROVERSIAS EN LA COMUNIDAD. CONCILIO DE JERUSALÉN

En aquellos días, algunos fieles que habían pertenecido a la secta de los fariseos
intervinieron para decir: «Es preciso hacer circuncidar a los gentiles y mandarles guardar
la ley de Moisés.»
Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros para estudiar la cuestión. Después
de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo: «Hermanos, vosotros mismos sabéis cómo
ya, desde los primeros días, Dios determinó aquí mismo, entre nosotros, que por mi boca
escuchasen los gentiles la doctrina del Evangelio y llegasen a la fe. Dios, que conoce los
corazones, se ha declarado en favor de ellos, al darles el Espíritu Santo igual que a
nosotros; y no ha establecido diferencia alguna entre ellos y nosotros, pues ha purificado
sus corazones por la fe. Ahora bien ¿cómo tentáis a Dios, queriendo imponer sobre el
cuello de los discípulos un yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido
soportar? Más bien, por la gracia de Jesús, el Señor, creemos alcanzar la salvación
nosotros lo mismo que ellos.»
Toda la asamblea guardó silencio y escucharon a Pablo y a Bernabé, que contaban
todas las señales y prodigios que por su medio había obrado Dios entre los gentiles.
Después que terminaron de hablar, tomó Santiago la palabra y dijo: «Hermanos,
escuchadme. Simón nos ha contado cómo Dios, desde un principio, intervino para
procurarse entre los gentiles un pueblo para su nombre. Y con ello están conformes las
palabras de los profetas, según dice la Escritura: "Después de esto volveré y reconstruiré
la tienda de David que está caída; reedificaré sus ruinas y la levantaré, para que busquen
al Señor todos los hombres y todas las naciones que invocan mi nombre. Así habla el
Señor, que lleva a cabo estas cosas, conocidas por él desde siempre." Por esto, mi opinión
es que no se inquiete más a los gentiles que se convierten a Dios. Sólo debemos hacerles
saber por escrito que se abstengan de las viandas ofrecidas a los ídolos, de la fornicación,
de comer carne de animales ahogados y de comer sangre. Porque la ley de Moisés tiene,
desde antiguo, en cada ciudad sus propios expositores, y la leemos un sábado tras otro en
las sinagogas.»
Entonces los apóstoles y presbíteros, con toda la Iglesia, decidieron elegir algunos de
entre ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y con Bernabé. Los señalados fueron: Judas,
llamado Barsabás, y Silas, personas de autoridad entre los hermanos. Y enviaron con ellos
una carta, redactada en los siguientes términos:
«A los hermanos de la gentilidad de Antioquía, Siria y Cilicia, sus hermanos, los
apóstoles y presbíteros: Salud. Habiendo sabido que algunos de los nuestros, salidos de
aquí sin comisión alguna de nuestra parte, os han puesto en confusión con sus palabras,
revolviendo vuestras conciencias, hemos decidido de común acuerdo elegir y enviaros

varones de nuestra confianza, en compañía de nuestros amados hermanos Bernabé y
Pablo, hombres éstos que han consagrado sus vidas al servicio de nuestro Señor
Jesucristo. Os enviamos, por tanto, a Judas y a Silas, quienes os transmitirán de palabra el
mismo mensaje. El Espíritu Santo y nosotros hemos tenido a bien no imponeros otra carga
que éstas indispensables: que os abstengáis de las viandas ofrecidas a los ídolos, de
comer sangre, de comer carne de animales ahogados y de la fornicación. Haréis muy bien
en absteneros de todo esto. Salud.»
Los enviados bajaron a Antioquía y, reuniendo a la comunidad, les entregaron la carta.
A su lectura se llenaron de gozo y de consuelo. Judas y Silas, que tenían también el don
de hablar bajo la inspiración de Dios, dirigieron una larga exhortación a los hermanos,
fortaleciéndolos en su fe. Después que se detuvieron allí algún tiempo, fueron despedidos
con saludos de paz por los hermanos, y se volvieron a los apóstoles y presbíteros que los
habían enviado. Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía, enseñando y evangelizando,
en unión con otros muchos, la palabra del Señor.

Responsorio Ga 3, 6. 7. 8

R. Abraham creyó a Dios, y Dios estimó su fe como justificación. * Hijos de Abraham son
sólo aquellos que viven según la fe. Aleluya.
V. Dios predijo a Abraham: «En ti serán bendecidas todas las naciones.»
R. Hijos de Abraham son sólo aquellos que viven según la fe. Aleluya.

Segunda Lectura

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios
(Caps. 36,1-2; 37-38: Funk 1,105-109)

MUCHOS SENDEROS, PERO UN SOLO CAMINO

Jesucristo es, queridos hermanos, el camino en el que encontramos nuestra salvación,
él, el pontífice de nuestras ofrendas, el defensor y protector de nuestra debilidad.
Por él, contemplamos las alturas del cielo; en él, vemos como un reflejo del rostro
resplandeciente y majestuoso de Dios; gracias a él, se nos abrieron los ojos de nuestro
corazón; gracias a él, nuestra inteligencia, insensata y llena de tinieblas, quedó repleta de
luz; por él, quiso el Dueño soberano de todo que gustásemos el conocimiento inmortal, ya
que él es reflejo de la gloria del Padre y está tanto más encumbrado sobre los ángeles,
cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.
Militemos, por tanto, hermanos, con todas nuestras fuerzas, bajo las órdenes de un
jefe tan santo.
Pensemos en los soldados que militan a las órdenes de nuestros emperadores: con qué
disciplina, con qué obediencia, con qué prontitud cumplen cuanto se les ordena. No todos
son prefectos, ni tienen bajo su mando mil hombres, ni cien, ni cincuenta, y así de los
demás grados; sin embargo, cada uno de ellos lleva a cabo, según su orden y jerarquía,
las órdenes del emperador y de los jefes. Los grandes no pueden subsistir sin los
pequeños, ni los pequeños sin los grandes; todos se hallan entremezclados, y de ahí surge
la utilidad.
Tomemos el ejemplo de nuestro cuerpo: la cabeza nada puede sin los pies, ni los pies
sin la cabeza; los miembros más insignificantes de nuestro cuerpo son necesarios y útiles
al cuerpo entero y colaboran mutuamente en bien de la conservación del cuerpo entero.
Que se conserve también entero este cuerpo que formamos en Cristo Jesús; sométase
cada uno a su prójimo; respetando los carismas que cada uno ha recibido.

El fuerte cuide del débil, y el débil respete al fuerte; el rico sea generoso con el pobre,
y el pobre alabe a Dios que le ha proporcionado alguien para remedio de su pobreza. Que
el sabio manifieste su sabiduría no en palabras, sino en buenas obras, y que el humilde no
haga propaganda de sí mismo, sino que aguarde a que otro dé testimonio de él. El que
guarda castidad, que no se enorgullezca, puesto que sabe que es otro quien le otorga el
don de la continencia.
Pensemos, pues, hermanos, de qué polvo fuimos formados, qué éramos al entrar en
este mundo, de qué sepulcro y de qué tinieblas nos sacó el Creador que nos plasmó y nos
trajo a este mundo, obra suya, en el que, ya antes de que naciéramos, nos había
dispuesto sus dones. Como quiera, pues, que todos estos beneficios los tenemos de su
mano, en todo debemos darle gracias. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Responsorio Col 1, 18; 2, 12b. 9-10. 12a

R. Él es la cabeza del cuerpo de la Iglesia; él es el principio, el primogénito de entre los
muertos; * con él resucitasteis mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre
los muertos. Aleluya.
V. En él, en su cuerpo glorificado, habita toda la plenitud de la divinidad e, incorporados a
él, alcanzáis también vosotros esa plenitud en él, al ser sepultados con él en el bautismo.
R. Con él resucitasteis mediante la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los
muertos. Aleluya.

Oración

Oremos:

Señor Dios, origen de nuestra libertad y de nuestra salvación, escucha las súplicas de
quienes te invocamos, y pues nos has salvado por la Sangre de tu Hijo, haz que vivamos
siempre en ti y en ti encontremos la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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