El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para el día de hoy, jueves, 21 de noviembre de 2024.
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Antifona: Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Invitación a la alabanza divina
Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
(Se repite la antífona)
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
(Se repite la antífona)
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
(Se repite la antífona)
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
(Se repite la antífona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antífona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Que todos los pueblos alaben al Señor
Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.
(Se repite la antífona)
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
(Se repite la antífona)
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.
(Se repite la antífona)
—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
(Se repite la antífona)
—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
(Se repite la antífona)
—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.
(Se repite la antífona)
¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.
(Se repite la antífona)
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
(Se repite la antífona)
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Con gozo el corazón cante la vida,
presencia y maravilla del Señor,
de luz y de color bella armonía,
sinfónica cadencia de su amor.
Palabra esplendorosa de su Verbo,
cascada luminosa de verdad,
que fluye en todo ser que en él fue hecho
imagen de su ser y de su amor.
La fe cante al Señor, y su alabanza,
palabra mensajera del amor,
responda con ternura a su llamada
en himno agradecido a su gran don.
Dejemos que su amor nos llene el alma
en íntimo diálogo con Dios,
en puras claridades cara a cara,
bañadas por los rayos de su sol.
Al Padre subirá nuestra alabanza
por Cristo, nuestro vivo intercesor,
en alas de su Espíritu que inflama
en todo corazón su gran amor. Amén.
Antífona 1: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen. (T. P. Aleluya).
Salmo 17, 31-51
EL SEÑOR REVELA SU PODER SALVADOR
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rom 8, 31)
IV
Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen.
¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto.
Él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.
Antífona 2: Tu diestra, Señor, me sostuvo. (T. P. Aleluya).
V
Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos;
yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo,
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.
Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.
Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebata el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.
Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.
Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.
Antífona 3: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador. (T. P. Aleluya).
VI
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dio el desquite
y me sometió los pueblos;
que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.
Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.
Comienza el libro del profeta Daniel 1, 1-21
UNOS JÓVENES FIELES DE ISRAEL PRESTAN SERVICIO EN EL PALACIO DEL REY DE BABILONIA
El año tercero de Joaquín, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a
Jerusalén y la sitió. El Señor entregó en sus manos a Joaquín, rey de Judá, así como partede los objetos de la casa de Dios. Él los llevó al país de Senaar y depositó los objetos en la
casa del tesoro de sus dioses.
El rey mandó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, tomar de entre los hijos de Israel, de
estirpe real o de familia noble, algunos jóvenes, sin defecto corporal, de buen parecer,
diestros en toda sabiduría, cultos e inteligentes, idóneos para servir en la corte del rey,
con el fin de enseñarles la escritura y la lengua de los caldeos. El rey les asignó una ración
diaria de sus manjares y del vino de su mesa. Deberían ser educados durante tres años,
después de lo cual entrarían al servicio del rey. Entre ellos se encontraban Daniel, Ananías,
Misael y Azarías, que eran judíos. El jefe de los eunucos les puso nuevos nombres: Daniel
se llamaría Beltsasar, Ananías Sadrac, Misael Mesac, y Azarías Abed-Negó. Daniel, que
tenía el propósito de no contaminarse compartiendo los manjares del rey y el vino de su
mesa, suplicó al jefe de los eunucos que le ahorrara esta contaminación. Dios concedió aDaniel hallar favor y gracia ante el jefe de los eunucos. Éste, sin embargo, dijo a Daniel:
«Temo al rey, mi señor; él ha asignado vuestra comida y vuestra bebida, y si llega a ver
vuestros rostros más macilentos que los de los jóvenes de vuestra edad, expondríais mi
cabeza a los ojos del rey.»
Daniel dijo entonces al guarda a quien el jefe de los eunucos había confiado el cuidado
de Daniel, Ananías, Misael y Azarías:
«Pon a prueba, te ruego, a tus siervos durante diez días: désenos de comer legumbres
y de beber agua; después puedes comparar nuestro aspecto con el de los jóvenes que
comen los manjares del rey, y hacer con tus siervos con arreglo a lo que hayas visto.»
Aceptó él la propuesta y los puso a prueba durante diez días. Al cabo de los diez días se
vio que tenían mejor aspecto y semblante que todos los jóvenes que comían los manjares
del rey. Desde entonces el guarda retiró sus manjares y el vino que tenían que beber, y les
dio legumbres. A estos cuatro jóvenes les concedió Dios ciencia e inteligencia en toda
clase de letras y sabiduría. Particularmente Daniel poseía el discernimiento de visiones y
sueños.
Al cabo del tiempo establecido por el rey para que le fueran presentados los jóvenes, el
jefe de los eunucos los llevó ante Nabucodonosor. El rey conversó con ellos, y entre todos
no se encontró ningún otro como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Quedaron, pues, al
servicio del rey. Y, en cuantas cosas de sabiduría o de inteligencia los consultó el rey, los
encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos que había en todo su reino.
Daniel permaneció allí hasta el año primero del rey Ciro.
R. Dios les concedió ciencia y sabiduría y confirmó en ellos la gracia de su espíritu. * El
Señor llenó sus mentes de inteligencia.
V. El rey encontró en ellos respuesta a cuantas cosas de sabiduría o de inteligencia les
consultó.
R. El Señor llenó sus mentes de inteligencia.
Del comentario de san Gregorio de Nisa, obispo, sobre el Cantar de los cantares
(Cap. 2: PG 44, 802)
ORACIÓN AL BUEN PASTOR
¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú que cargas sobre tus hombros a toda la grey?;
(toda la humanidad, que cargaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja).
Muéstrame el lugar de reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre
para que yo, oveja tuya, escuche tu voz, y tu voz me dé la vida eterna: Avísame, amor de
mi alma, dónde pastoreas.
Te nombro de este modo, porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier
inteligencia, de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronunciarlo o de
comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma hacia ti.
¿Cómo puedo dejar de amarte, a ti que de tal manera me has amado, a pesar de mi
negrura, que has entregado tu vida por las ovejas de tu rebaño? No puede imaginarse un
amor superior a éste, el de dar tu vida a trueque de mi salvación.
Enséñame, pues -dice el texto sagrado-, dónde pastoreas, para que pueda hallar los
pastos saludables y saciarme del alimento celestial, que es necesario comer para entrar en
la vida eterna; para que pueda asimismo acudir a la fuente y aplicar mis labios a la bebida
divina que tú, como de una fuente, proporcionas a los sedientos con el agua que brota de
tu costado, venero de agua abierto por la lanza, que se convierte para todos los que de
ella beben en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
Si de tal modo me pastoreas, me harás recostar al mediodía, sestearé en paz y
descansaré bajo la luz sin mezcla de sombra; durante el mediodía, en efecto, no hay
sombra alguna, ya que el sol está en su vértice; bajo esta luz meridiana haces recostar a
los que has pastoreado, cuando haces entrar contigo en tu refugio a tus ayudantes. Nadie
es considerado digno de este reposo meridiano si no es hijo de la luz y del día. Pero el que
se aparta de las tinieblas, tanto de las vespertinas como de las matutinas, que significan el
comienzo y el fin del mal, es colocado por el sol de justicia en la luz del mediodía, para
que se recueste bajo ella.
Enséñame, pues, cómo tengo que recostarme y pacer, y cuál sea el camino del reposo
meridiano, no sea que por ignorancia me sustraiga de tu dirección y me junte a un rebaño
que no sea el tuyo.
Esto dice la esposa del Cantar, solícita por la belleza que le viene de Dios y con el deseo
de saber cómo alcanzar la felicidad eterna.
R. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. * Una cosa pido al Señor, eso
buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida.
V. Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia.
R. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi
vida.
Oremos:
Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte
a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Por nuestro Señor Jesucristo
, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.