Oficio de Lectura - LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN 2025

El siguiente es el formulario que corresponde a oficio de lectura de la liturgia de las horas para LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN el día de mañana, lunes, 8 de diciembre de 2025. Otras celebraciones del día: LUNES II SEMANA DE ADVIENTO .

Invitatorio

Notas

  • Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

    Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
  • El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.
  • Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo. Por lo tanto, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: Celebremos la Concepción Inmaculada de la Virgen María; adoremos a su Hijo, Cristo, el Señor.

  • Salmo 94
  • Salmo 99
  • Salmo 66
  • Salmo 23

Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

(Se repite la antífona)

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

(Se repite la antífona)

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

(Se repite la antífona)

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

(Se repite la antífona)

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
“Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.”»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria. (S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios se envía los gentiles. (Hch 28,28)

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

(Se repite la antífona)

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

(Se repite la antífona)

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo. (S. Ireneo)

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

(Se repite la antífona)

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

(Se repite la antífona)

—El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

(Se repite la antífona)

—Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

(Se repite la antífona)

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
—El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Oficio de Lectura

Notas

  • Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
  • Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
  • Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
  • Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
  • Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.
  • Cuando el salmo 23 se ha dicho en el Invitatorio, aquí se dice el Salmo 94.

Invocación

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno

  • Himno 1

Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.

Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.

Abrid vuestras puertas, ciudades de paz,
que el Rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.

Los justos sabían que el hambre de Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida es su vida, su Amor es su amor
serían un día su gracia y su don.

Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.

Salmodia

Antífona 1: María recibió en su concepción la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador.

Antífona 2: Dios la socorre al despuntar la aurora, el Altísimo ha consagrado su morada.

Antífona 3: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! El Señor te ha cimentado sobre el monte santo.

Versículo

V. Dios todopoderoso me ciñó de valor.
R. Y me enseñó un camino perfecto.

Lecturas

Primera Lectura

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1 12-21

DONDE ABUNDÓ EL PECADO SOBREABUNDÓ LA GRACIA

Hermanos: Así como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y, por el
pecado, la muerte, y, de este modo, la muerte pasó a todos los hombres, dado que todos
han pecado. Porque ya antes de la promulgación de la ley existía el pecado en el mundo, y
sin embargo no puede imputarse pecado si no hay ley; vemos, empero, que, de hecho, la
muerte reinó ya desde Adán a Moisés sobre todos los que pecaron, aun cuando su
transgresión no fue en las mismas condiciones en que pecó Adán, el cual era figura del
que había de venir.
Sin embargo, con el don no sucedió como con el delito, pues, si por el delito de uno
solo murió la multitud, ¡con cuánta mayor profusión, por la gracia de un solo hombre,
Jesucristo, se derramó sobre todos la bondad y el don de Dios! Ni fueron los efectos de
este don como los efectos del pecado de aquel único hombre que pecó, porque la
sentencia que llevó a la condenación vino por uno solo, en cambio, el don, partiendo de
muchas transgresiones, lleva a la justificación.
Así pues, decía, si, por la falta de uno solo, la muerte estableció su reinado, también,
con mucha mayor razón, por causa de uno solo, de Jesucristo, reinarán en la vida los que
reciben la sobreabundancia de la gracia y el don de la justificación.
Por consiguiente, así como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la
condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura a todos la justificación
que da la vida. Y como por la desobediencia de un solo hombre todos los demás quedaron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos quedarán
constituidos justos.
La ley, ciertamente, fue ocasión de que se multiplicasen los delitos, pero donde
abundó el pecado sobreabundó la gracia, para que así como reinó el pecado produciendo
la muerte, así también reine la gracia dándonos vida eterna por Jesucristo, Señor nuestro.

Rm 5, 12; Lc 1, 30; cf. Sal 114, 8; cf. 17, 19

R. Por un solo hombre entró el pecado en el mundo y, por él, todos han pecado. Pero tú *
no temas, María, porque has hallado gracia a los ojos de Dios.
V. El Señor arrancó tu alma de la muerte, y fue tu apoyo contra tu adversario.
R. No temas, María, porque has hallado gracia a los ojos de Dios.

Segunda Lectura

De los sermones de san Anselmo, obispo
(Sermón 52: PL 158, 955-956)

¡OH VIRGEN, POR TU BENDICIÓN QUEDA BENDITA TODA CRIATURA!

El cielo, las estrellas, la tierra, los ríos, el día y la noche, y todo cuanto está sometido
al poder o utilidad de los hombres, se felicitan de la gloria perdida, pues una nueva gracia
inefable, resucitada en cierto modo por ti ¡oh Señora!, les ha sido concedida. Todas las
cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de servir al
dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas; se
encontraban aplastadas por la opresión y como descoloridas por el abuso que de ellas
hacían los servidores de los ídolos para los que no habían sido creadas. Pero ahora, como
resucitadas, felicitan a María, al verse regidas por el dominio y honradas por el uso de los
que alaban al Señor.
Ante la nueva e inestimable gracia, las cosas todas saltaron de gozo, al sentir que, en
adelante, no sólo estaban regidas por la presencia rectora e invisible de Dios su creador,
sino que también, usando de ellas visiblemente, las santificaba. Tan grandes bienes eran
obra del bendito fruto del seno bendito de la bendita María.
Por la plenitud de tu gracia, lo que estaba cautivo en el infierno se alegra por su
liberación, y lo que estaba por encima del mundo se regocija por su restauración. En
efecto, por el poder del Hijo glorioso de tu gloriosa virginidad, los justos que perecieron
antes de la muerte vivificadora de Cristo se alegran de que haya sido destruida su
cautividad, y los ángeles se felicitan al ver restaurada su ciudad medio derruida.
¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a la
creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo por
tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino también
el Creador por la criatura!
Dios entregó a María su propio Hijo, el único igual a él, a quien engendra de su
corazón como amándose a sí mismo. Valiéndose de María, se hizo Dios un Hijo, no
distinto, sino el mismo, para que realmente fuese uno y el mismo el Hijo de Dios y de
María. Todo lo que nace es criatura de Dios, y Dios nace de María. Dios creó todas las
cosas, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo
mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que había hecho. El que pudo
hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que había sido manchado.
Dios es, pues, el padre de las cosas creadas; y María es la madre de las cosas
recreadas. Dios es el padre a quien se debe la constitución del mundo; y María es la
madre a quien se debe su restauración. Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue
hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el
cual nada existe; y María dio a luz a aquel sin el cual nada subsiste.
¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te
debiera tanto como a él!

Sal 33, 4; 85, 13; Lc 1, 48

R. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, * por su grande piedad para conmigo.
V. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones.
R. Por su grande piedad para conmigo.

Se dice el Te Deum

Himno Te Deum

  • Himno 1
  • Himno 2
  • Himno 3

Te Deum

Versión española

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te aclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

[La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.]
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

Te Deum

Versión latinoamericana

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

[La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.]
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalo por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

Te Deum Laudamus

Versión en latín

Te Deum laudámus: * te Dóminum confitémur.
Te aetérnum Patrem, * omnis terra venerátur.
Tibi omnes ángeli, * tibi caeli et univérsae potestátes:
tibi chérubim et séraphim * incessábili voce proclámant:
Sanctus, * Sanctus, * Sanctus * Dóminus Deus Sábaoth.
Pleni sunt caeli et terra * maiestátis glóriae tuae.
Te gloriósus * apostolórum chorus,
te prophetárum * laudábilis númerus,
te mártyrum candidátus * laudat exércitus.
Te per orbem terrárum * sancta confitétur Ecclésia,
Patrem * imménsae maiestátis;
venerándum tuum verum * et únicum Fílium;
Sanctum quoque * Paráclitum Spíritum.
Tu rex glóriae, * Christe.
Tu Patris * sempitérnus es Fílius.
Tu, ad liberándum susceptúrus hóminem, *
non horruísti Vírginis úterum.
Tu, devícto mortis acúleo, *
aperuísti credéntibus regna caelórum.
Tu ad déxteram Dei sedes, * in glória Patris.
Iudex créderis * esse ventúrus.
Te ergo quaésumus, tuis fámulis súbveni, *
quos pretióso sánguine redemísti.
Aetérna fac cum Sanctis tuis * in glória numerári.

[Lo que sigue puede omitirse]
Salvum fac pópulum tuum Dómine, *
et bénedic haereditáti tuae.
Et rege eos, * et extólle illos usque in aetérnum.
Per síngulos dies, * benedícimus te;
et laudámus nomen tuum in saéculum, *
et in saéculum saéculi.
Dignáre, Dómine, die isto, * sine peccáto nos custodíre.
Miserére nostri, Dómine, * miserére nostri.
Fiat misericórdia tua, Dómine, super nos, *
quemádmodum sperávimus in te.
In te, Dómine, sperávi: * non confúndar in aetérnum.

Oración

Oremos:

Oh Dios, que por la Concepción inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén.

Conclusión

Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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